El asunto que nos proponemos explorar, aunque de manera superficial, se revela como un dilema recurrente en el ámbito de la salud y la tecnología, un cruce de caminos que invita a la reflexión y la crítica, especialmente en estos tiempos donde la telemedicina se ha convertido en una herramienta lo virtual cobra mucha fuerza . Este fenómeno no solo altera la forma en que concebimos la atención psicológica, sino que también nos lleva a cuestionar nuestras propias dinámicas de interacción con la tecnología. Así, encontramos que el celular, ese artefacto que se ha vuelto una extensión de nosotros mismos, es a la vez un salvavidas y un ancla, otorgando acceso a realidades/virtualidades desde la comodidad de tu casa, pero a un costo que a menudo pasamos por alto.
En este sentido, un informe del 2020 revela que los jóvenes entre 18 y 29 años exhiben una dependencia notable de sus dispositivos móviles, dedicando nada menos que 23 interacciones semanales con redes sociales, un dato que, aunque revelador, nos invita a profundizar en la calidad de esas interacciones. La investigación llevada a cabo por la Universidad de Columbia Británica junto con la Universidad de Montreal, que involucró a más de 3000 individuos, sugiere que este uso constante de teléfonos puede tener repercusiones negativas en el comportamiento cognitivo. Y acá se abre un abanico de interrogantes: ¿Estamos, quizás, sacrificando nuestra capacidad de juicio y toma de decisiones en pos de una inmediatez que, aunque placentera, podría resultar tóxica?
Es crucial entender que este dilema no se limita a una simple elección entre usar o no usar la tecnología; se transforma en un ejercicio de introspección donde cada uno de nosotros debe preguntarse: ¿Qué implicaciones tiene realmente este uso constante en mi vida diaria? ¿Soy consciente de cómo mi relación con el celular afecta mi salud mental y emocional? ¿Estamos dispuestos a dejar que un objeto inanimado tome las riendas de nuestras decisiones más íntimas? Y, al final del día, ¿quiénes somos en medio de esta vorágine digital, si es que todavía permanecemos en pie?
¿Dejamos aquí la reflexión…? ¿O comenzamos a desentrañar este entramado…?
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