The Strokes - Ize of the world
Una lectura filosófico-clínica entre lo íntimo y lo sistémico
¿Qué ve el mundo cuando nos mira? ¿Qué vemos nosotros cuando ya no sentimos? ¿Cómo se sostiene una subjetividad entre la repetición y el deseo de algo nuevo?
La canción “Ize of the World” de The Strokes, con su estructura sin estribillo, su ritmo cortado y sus versos enunciativos como inventario de malestares, es una radiografía poética de la subjetividad contemporánea. Desde una lectura filosófica y clínica, podemos pensarlo como un manifiesto angustiado sobre el agotamiento emocional, la disociación afectiva y la lógica de productividad vacía que captura incluso el ocio, el deseo y la creatividad.
Metemos en este análisis viñetas clínicas anónimas, inspiradas en casos reales, que nos muestran cómo estas letras no sólo interpelan desde lo estético, sino que hablan de lo que se escucha en los consultorios.
1. Cuidar lo que decís: el superyó social y el miedo a la cancelación
“But watch what you say / ‘Cause they'll be trying to knock you down in some way”
La advertencia no es menor. Vivimos en un tiempo de exposición constante, donde el error ya no es solo personal, sino social y viral. El sujeto se autocensura antes de hablar. El “decir” está atravesado por el temor al juicio externo.
Viñeta clínica: Ana, 31 años, creativa publicitaria. Llega con síntomas de ansiedad. Le cuesta expresarse en redes, aunque es parte de su trabajo. Siente que cualquier opinión puede volverse en su contra. Tiene sueños recurrentes donde habla y nadie la escucha, o peor: todos se ríen.
Este clima de autocontrol forzado responde a lo que Foucault llamaba biopoder: el disciplinamiento no viene solo del Estado o de la institución, sino de un entramado de miradas (y algoritmos) que regulan nuestros gestos, palabras y emociones.
2. El mundo dormido: angustia y disociación emocional
“Sometimes it feels like the world is falling asleep / How do you wake someone up from inside a dream?”
El narrador siente que todo está anestesiado. Intenta despertar a alguien desde adentro del mismo letargo. Es el dilema de muchos terapeutas, pero también de muchos pacientes: ¿cómo romper una inercia emocional cuando el entorno no responde?
Viñeta clínica: Tomás, 45 años. Gerente. Dice que siente que “nada lo afecta”. No se alegra, no se enoja, no llora. Todo es gris. Sabe que está perdiendo a su familia, pero no puede reaccionar. “Es como si estuviera viendo mi vida desde afuera”, dice.
La disociación emocional es un modo defensivo de soportar un mundo que exige demasiado. Desde lo clínico, aparece en formas como la alexitimia o el embotamiento afectivo. Desde Nietzsche, podría verse como la renuncia a la voluntad de poder, el deseo reprimido de crear o transformar.
3. La música como pulsión de vida
“Once that your music was born / It followed you ‘round / And then it gave your activities meaning”
Aquí aparece un momento luminoso: la música, metáfora del deseo, del impulso creativo, de lo singular. Es una afirmación de vida en medio del automatismo. La música como lo que le da sentido a lo que hacemos.
Viñeta clínica: Cecilia, 28 años. Música. En terapia explora su bloqueo creativo. Descubre que su deseo artístico estaba subordinado a “gustar” o ser exitosa. Cuando retoma el juego y el error como parte de su proceso, vuelve a escribir. No busca un hit: busca algo que la represente.
Freud hablaba del arte como sublimación de la pulsión. Nietzsche iría más allá: la creación como afirmación trágica, como acto dionisíaco que rompe con la lógica del control. Es el cuerpo hablando más allá del deber.
4. La sonrisa que no siente: acting afectivo y fatiga del rol
“You’re sad but you smile / It’s not in your eyes / It’s the muscles around your eyes”
Una línea que atraviesa la clínica contemporánea: el disimulo emocional como modo de sobrevivir. Sonreír como acto reflejo. Decir “todo bien” mientras el mundo interno colapsa.
Viñeta clínica: Marco, 38 años, docente universitario. Tiene ataques de pánico, pero sigue trabajando y “rindiendo”. Dice que no puede parar. Se describe como “el que siempre está de buen humor”. En sesión rompe a llorar cuando se le pregunta si está cansado de fingir.
Este acting emocional genera lo que Maslach definió como burnout emocional: un agotamiento profundo que puede generar síntomas físicos, despersonalización o pérdida de sentido. La sonrisa se vuelve máscara.
5. El sujeto como engranaje: listado de funciones y vacío de sentido
“An egg to fertilize / A pulse to stabilize / A body to deodorize…”
El yo aparece como suma de tareas: reproducirse, estabilizarse, producir, consumir. Un cuerpo colonizado por funciones externas. No hay deseo, solo utilidad.
Viñeta clínica: Laura, 42 años, madre y médica. Dice: “Ya no sé si esto que hago lo elijo o lo sigo haciendo porque toca”. La rutina se le volvió prisión. Siente que responde a roles, no a deseos. Tiene síntomas de fatiga crónica y ataques de llanto.
Aquí resuena la idea marxista del extrañamiento: el sujeto ya no se reconoce en lo que hace. Desde Hegel, es la experiencia del esclavo que trabaja sin ver su obra. Desde Lacan, podríamos pensar que es un yo atrapado en el Ideal del Otro.
6. ¿Instinto o pensamiento? ¿Libertad o repetición?
“Am I a prisoner to instincts / Or do my thoughts just live as free and detached?”
Esta pregunta es pura clínica: ¿actúo por deseo o por repetición? ¿Soy libre o estoy automatizado? ¿Mis pensamientos me habitan o los habito?
Viñeta clínica: Juan, 34 años, se enamora siempre del mismo tipo de personas. Dice: “Ya sé que me hacen mal, pero me siguen atrayendo”. El trabajo terapéutico va mostrando que esas elecciones repiten escenas infantiles no resueltas.
Freud lo nombró como compulsión a la repetición. Lacan hablaría de goce. Nietzsche hablaría de eterno retorno: no como castigo, sino como pregunta radical. ¿Podrías volver a vivir esta vida exactamente igual?
7. ¿Tiempo libre para liberar o para desmoronarse?
“Is your free time to free minds or for falling apart?”
El ocio, incluso, se vuelve territorio en disputa. ¿Lo usamos para descansar, crear, conectar? ¿O simplemente nos dejamos caer?
Viñeta clínica: Brenda, 29 años. Sufre de ansiedad. En su tiempo libre no logra parar. O llena su agenda o se desploma y duerme 12 horas. En terapia descubre que estar quieta la conecta con un vacío que la asusta.
En este verso está la paradoja contemporánea: el tiempo libre no garantiza libertad. Muchas veces, sin estructura externa, el yo se tambalea. Y allí aparece la angustia existencial.
Epílogo: el yo en los escombros del sentido
“Ize of the World” es una canción sin estribillo, sin promesas. Solo una enumeración poética de síntomas de época. Es lo que un paciente llamaría “estar saturado”: de estímulos, de normas, de demandas.
Desde lo clínico, esta canción puede ser usada como recurso proyectivo. Muchos pacientes, al escucharla, se reconocerían. No sabrían explicar por qué. Pero hay algo ahí: en la voz que habla desde adentro del sistema sin poder salir, en el que sonríe sin sentir, en el que se pregunta si lo que hace lo eligió o lo heredó.
¿Y si el análisis de una canción también puede ser un espejo?
Este es el poder de las letras que incomodan. No explican. No salvan. Pero ponen palabras donde el yo estaba mudo. Y eso, en sí mismo, ya es un acto terapéutico.
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